¿Nos hemos parado a pensar, por un momento, en el mundo en que vivimos?
Si nos fijamos, la gente parece que está perdiendo cada vez más la ilusión de vivir, de pasárselo bien, de reír y divertirse.
Hoy en día las personas parecemos robots, la rutina nos tiene atrapados, nos priva de la libertad que siempre hemos anhelado.
Y no es de extrañar que, al hacer siempre lo mismo, acabemos perdiendo la pasión por ello.
Imagínate comer tu comida favorita durante un año entero, siempre todos los días.
Te aseguro que después de ese año, ya no será tan favorita.
Ahora ponte en esta otra situación: vives fuera de casa, en otra ciudad o país, y echas tanto de menos aquella comida que solo sabe hacer tu madre o padre como a ti te gusta, que cuando haces una visita a casa de tus padres, siempre les pides que te hagan esa comida que tanto echas de menos. La cosa cambia, ¿no?
La rutina nos hace ver la vida como esa comida que estás harto de comer cada día.
¿Te has preguntado alguna vez qué es lo que te hace levantarte de la cama cada día? Si no encuentras un puñado de respuestas al instante, deberías replantearte muchas cosas.
Tu vida social se ve afectada por lo que dices
Vivimos en un mundo donde la gente se pelea por demostrar que ellos son los que tienen la vida más dura, difícil, triste y penosa.
En cierto modo, lo que buscan es compasión. Buscan sentirse víctimas, y no culpables.
La gente tiene demasiados estímulos negativos durante su día a día.
Las noticias solo nos informan de asesinatos y estafas, los amigos se reúnen para contarse sus dificultades, nuestras creencias limitantes nos dicen que no somos capaces…
¡¡BASTA!!
No puedo seguir más hablando de problemas.
La gente lo que de verdad quiere es diversión, quiere reír, quiere emocionarse, quiere vivir.
No quiere que le cuentes lo mal que lo estás pasando porque se te ha muerto tu mascota. La gente no quiere oír tus problemas, te escuchan por educación, pero no te prestan atención.
Basta ya de pesimismo y de cabreos. No pretendas ser el más querido en tu círculo social, cuando no le aportas más que negatividad.
Tu vida social también se ve afectada por tu actitud
Incluso aunque te quedes cayado, estarás transmitiendo algo.
Y tu actitud se transmite, sobre todo, por tus gestos, tu tono de voz, tus movimientos, tu postura… todo lo que implique comunicación no verbal.
¿Alguna vez has estado con alguien que te transmitía una energía negativa?
No hablo de cosas metafísicas ni nada por el estilo.
Hablo de que alguien te incomodaba, te deprimía, te aburría, solo por el simple hecho de ser como es.
En contrapartida, todos conocemos gente que nos cargan las pilas, que nos animan, que nos inspiran, que nos alegran el día.
Gente querida y gente odiada, ¿dónde está la diferencia?
La gente querida es gente con energía e ilusión.
¿Conoces a alguien que sea el alma de la fiesta? ¿Cómo es esa persona? Te la describiré:
- Es una persona con una energía casi inagotable.
- No para de reír, de tocar, de abrazar.
- No tiene miedo al ridículo, y de hecho, lo hace en más de una ocasión, siempre riéndose de sí mismo.
- No te cuenta lo mal que lo está pasando. En cambio, te hace reír constantemente.
- Es el que siempre tiene una decisión, una proposición, una solución o una alternativa.
- Consigue que todo el mundo a su alrededor se lo pase bien, y por eso la gente lo busca.
- Es imposible que pase desapercibido
- Siempre tiene una sonrisa y una palabra bonita para ti.
- Participa activamente en todas las conversaciones, y siempre da su opinión.
Estas y otras cualidades son los que hacen, a ciertas personas, las más queridas de su entorno.
Por eso la gente las busca y las llama siempre, porque a su lado se sienten bien, con energía, y se divierten.
La mayoría de las personas son incapaces de desprender energía. De hecho, apenas tienen para abastecerse ellas mismas.
Pero si logras convertirte en esa persona feliz, y que hace que los demás sean felices a su lado, tendrás al mundo contigo.
Tienes que ser como esa estrella que brilla con luz propia, que calienta a las personas. Tienes que ser el día, y no la noche.
Ya no hay escusas.
Ya no puedes decir cosas como “la gente no me quiere” o hacerte preguntas como “¿por qué a ese tío lo adora la gente?”.
Recuerda que tú también puedes ser así.
